lunes, 22 de noviembre de 2010

Pensión de desequilibrados: pensionado number 1

Algunos dicen que los blogs sirven como para descargarse cuando uno está enojado. A ver si es cierto.
Desde que llegué a esta pensión me sentí cuasibendecido. Sí, verdad..encontrarla fue de casualidad. Casi un milagro haberla visto publicada en el diario el mismísimo día en que llegué.
Pasa que con la confianza de haber sido un estudiante platense, mi viejo esperó hasta enero para reservar en una pensión que quedaba en una dirección que podía ser en La Plata o en Berisso. Tocó la última. Ah, no les comenté eso? dijo la dueña.
Si me hubiera quedado en aquella habitación debería haber compartido baño con una viejita peruana y trabar las puertas de cada lado del inodoro, con el riesgo de que alguno de los dos se olvide y deje al otro sin baño por horas. Si me quedo acá, no duro dos días, me dije. Mi fuerza de voluntad se caía estrepitosamente, sin lágrimas por el momento. De última me vuelvo y estudio en La Rioja, pensé a los tres minutos de dejar la valija sobre la colchoneta que sería mi cama. Acá no me quedo, le dije a mi mamá cuando salimos de la casa. Nunca fui muy caprichoso, pero esto cuestión de vida o depresión.
Tomamos un taxi al centro...de La Plata, compraron el diario mis viejos, y nos sentamos en un bar a almorzar. Ahí vimos algunas pensiones, marcamos, visitamos algunas, pero como estábamos cerca probamos en esta, desde donde escribo ahora. La pegamos. Tranquilidad, pocas piezas, el baño bien, compartido entre todos pero nuevo, con calefón (el compartido con la viejita era por poco a leña), heladera, cocina y chiche: Wi-Fi de algún vecino generoso al que se le acabó la solidaridad a la vuelta de las vacaciones de invierno. Pero no importa, ese era mi lugar en La Plata.
Algún otro día contaré otras peripecias, como mi encuentro con Tincho, el perro osteoporoso de la casa, o con mi amigo Matías (aprendí su nombre tres meses después de haberlo conocido), los buenos dueños que me invitan asado. Hoy toca un pensionado.

Cuando llegué, los pensionados como yo, éramos todos bastante tranquilos. Uno, mi amigo Matías estudia Derecho, tiene veintialgo y me hace acordar a mi hermano. El de la "primera pieza" (se merece un capítulo esa habitación) era un tipo extraño al que le calculé por su alimentación una sobrevida de cuatro o cinco años. Después está Marcelo, pata de lana por excelencia, que uno nunca sabe cuándo llega, con él nos divide una pared de verdad. Y el de la pieza del lado, tras el durlock era un tipo que alquilaba hace tres años e iba una vez por mes como mucho, persona tranquilísima si las hay.
Varios fueron pasando, cada uno tendrá su posteo.
Pero en este momento me encuentro enfurecido con el del lado. Ni idea cómo se llama. Sólo sé que tiene una pizzería por 13 y 58. Cuando llega, despierta a todo el mundo porque en su llavero parece que tiene las llaves de un hotel. Cierra, abre las puertas golpeándolas, prende la tele y pone el volumen al máximo. Me entero así que tal equipo de la B metropolitana juega con tal otro, y que el juego ha sido muy parejo, con poderosos jugadores defensivos y atajadas magistrales del Pocho tanto.
Para ingresar a esta pensión (salvo yo, que entré milagrosamente) los desequilibrados mentales y/o psicológicos parecen hacer fila.
El maestro pizzero del lado, tiene una especie de novia. No es que yo sea chusma, sino que parece que lo hace a propósito para que todos nos enteremos que él tiene puestos los pantalones en la relación, porque le dice enferma, pelotuda, ¡¿me estás cargando?!, boluda, puta, pelotuda y otras caricias discursivas. Al rato se lo escucha, llorando: vos no me entendés, eso pasa, vos no me querés. Me tenés  snif snif snif abandonado.
Lo bueno es que al rato se pone bien y escucho: Hermosa, y vos cómo te llamás? Te vi en el diario, decime tus medidas. ¿Qué es lo mejor que hacés? El otro día dijo: estoy en Corrientes y Scalabrini Ortiz, hoy dio su paradero menos urbano: Pilar. A veces, critica al sistema financiero: no anda el cajero, preciosa, apenas pueda saco plata y paso por ahí. Hoy se llamó Lucas; otros días Ignacio, Juan, Josho.
No es que yo sea un cristiano moralista ni mucho menos, lo que me molesta es que lo grite. Todos los días dice que se pierde la señal, pero no se digna a salir a hablar por teléfono.
Anoche no pude dormirme, porque estaba TyC relatando partidos viejos de San Jorge de Chubut contra Club Güemes de San Martín.
Ronca, pero bueno, somos todos humanos. Se lo escucha desde la cocina, bueno, pero ¿quién se escucha cuando duerme? Ahí lo entiendo. Pero el televisor, las puertas, las llaves, la poca solidaridad con el sueño ajeno cuando sus vecinos pueden dormir unos minutos más. ¿Hace falta despertar a toda la pensión un domingo a las 8 de la mañana con las puertas golpeándose, la respiración agitada cual bufido desesperado?

Creo que ya me desenojé, quizás es el sueño, es que rindo mañana y estoy harto de estudiar. No sé por qué será pero acá termina el relato, prometo, dos o tres amigos lectores, que continuaré.

martes, 16 de noviembre de 2010

Soledad - Trabajo Final para Facultad

Acá dejo el link de lo que supuestamente sería una revista digital  que es a lo que intenté que se parezca:



Nota: Hacer clik, en la portada, donde dice La Plata para que se vea en forma de presentación, y en Diagonizado para verla en toda la pantalla.

Esta "revista" es el Trabajo final para Textos I

domingo, 14 de noviembre de 2010

Ardor


       Imposible. Había estado trabajando durante horas, pero no obtuvo resultado: nada, completamente nada. Desinfectó las pinzas y las demás herramientas. Las dejó, cada una en su lugar, descansando hasta el próximo caso. Se sacó los guantes y los tiró a la basura. Llamó por teléfono, dijo que se daba por vencido y dio la autorización.
       Cerró con llave y firmó afuera su partida.
       Manejó cansado. Sólo quería darse un baño, comer y dormir. Rogaba que su madre lo esperara con el almuerzo caliente, pero eso era casi quimérico: el reloj marcaba las cinco y media de la tarde.
       Cuando llegó, la ínfima esperanza desapareció. El otro auto no estaba y las luces estaban prendidas como si nadie hubiera pasado la noche allí. Menos que menos iba a haber comida, pensó.
       Prendió la luz de la cocina, se fijó que el calefón estuviera prendido y fue directo a bañarse.
       Bajo la ducha, repasó el procedimiento, cada intervención, paso por paso. No entendía qué había hecho mal. Imposible, im-po-si-ble se repetía. El agua caliente intentaba calmarlo pero su cerebro buscaba respuestas, inquietándolo.
       Cuando terminó, se secó pensando en lo mismo. Se cambió y fue a la cocina. Caminó hacia la heladera: había dos recortes de diarios y una nota doblada, pegados con imanes.
       Uno, el más grande, quizás revelara el misterio. Su madre siempre guardaba los artículos que la prensa le dedicaba a los casos con los que su hijo trabajaría en la morgue. Era una especie de premio, o reconocimiento. Estaban todos guardados en un álbum. Él lo lee salteándose palabras: accidente, incendio, N.N, infidelidad, gravísimas quemaduras, ¿crimen?
       Piensa por unos segundos y lee el otro recorte. Su corazón parece frenar de emergencia los latidos, siente un dolor que le invade el cuerpo, un vacío repentino. Eran cuatro líneas, de la sección necrológicas. Anunciaban el velatorio de su padre. Tira el papel al piso y toma la nota, la desdobla.
Hijo mío: vos sabés que era un hijo de puta. Lo agarré dejando a su noviecita en la casa. No quería que lloraras antes de tiempo así que hice bien el trabajo, lo dejé irreconocible ¿no? Hay un tupper con arroz adentro de la heladera, comé y vení a la sala.
Un beso. Mamá

A.V      7/08/09

jueves, 11 de noviembre de 2010

Ellos, nosotros, todos

Enfundados en cotidianeidades
a veces tan lejanas a sí mismos
se internan dibujando mares,
montañas o silencios,
más allá de sus ventanas, de sus horas
de disfraz laboral.
Con corbata o remeras gastadas,
polleras, zapatos o alpargatas.

Cuántos descalzos
y más sufridos,
tendidos
sobre mesas llenas de hambre.

Y también son
los que inventan sus penas
y exageran sus llantos,
catarsis sobre papeles
arruinados por el tiempo

Y tachones, y basureros llenos
Y lapiceras gastadas.
Palabras que sin avisos ni carteles
buscan a sus dueños
a sus musas
todos o sólo uno. 


"Arte en el taller"...psss




                                                                  A.V            11/11/10

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Perfil 3/4

Ni siquiera en aquella foto,
en la que seguís sin mirar,
evitás los desgarros.

Hubo brillo en tus ojos,
no de flashes ni de luces.
Perdido con el tiempo,
en las calles, en los boletos de colectivo.
Abandonado entre tarjetas, oculto.
Escondido. Y a la vez tan dentro.

Tan presumible tu nomirada.
Tan explícita.
Tan definitiva. Tan poco ficticia.

El minutero ya giró un año,
y los calendarios se fueron perdiendo.
Ya fueron extirpados
las tarjetas de micro que desperdiciaron sus viajes,
los carnets vencidos y las promociones olvidadas.

Y el segundero apremia, como cada día que ha pasado.
Y saco todo, y la busco.
Y la encuentro. Casi sin mirarla,
tironeo desafiando al fracaso.
Quizás no signifique nada. Quizás sólo sea liberar
cuatro centímetros por cuatro.

Y que se haga espacio,
para el retrato de alguien.
 Que mire.


                                                                                   A.V        02/01/11



Ahora es más fácil comentar