sábado, 7 de enero de 2012

Caridad mediatizada

El nene camina al lavadero a buscar una bolsa negra, como le dijo su mamá. Cuando pasa por la cocina siente sed, abre la heladera y saca una botella de agua helada, recuerda que la cargó afuera -porque el agua de ahí está filtrada y no sale con esas cosas blancas- justo después de que el auto buscara a su mamá para ir a trabajar. Bebe y le gustaría tener jugo para preparar de naranja, banana y frutilla pero nadie se acordó de comprar.
Encuentra una bolsa gris y calcula imaginariamente todo lo que podría caber ahí dentro. Vuelve al estudio de su papá; llevó todo allí porque es más grande, el piso tiene esos cerámicos distintos a los del resto de la casa, son resbalosos, tienen formas, las líneas son raras, le gustan. Tiene sed, aquello le da sed y de verdad querría tomar ese jugo, pero no hay tiempo.
A guardar, a guardar, canturrea en su cabeza y comienza a separar Hot wheels de camioncitos, playmobils de muñecos comunes, hace una pila de cartas de distintos mazos, junta cosas de plástico más o menos de acuerdo a su utilidad para los juegos, junta bolitas. Todo en bolsas más chicas, de supermercado, organizado. Separar y guardar, separar y guardar, hay nenes que lo necesitan más que vos. A la tarde se junta todo en la capilla. A la tarde, piensa, y no falta nada para que su mamá vuelva. Y vayan juntos, y se despidan. Algo de todo esto le recuerda a Toy Story 3 pero él sabe que no es tan grande como Andy, está seguro de que a él sí le gustaría quedarse con los juguetes, pero también se acuerda de que hay que ser solidario, hijo.
Busca cinta de papel para escribir lo que hay en cada bolsa, así va a ser más fácil repartir cuando se lleven todo. Ve una lapiciera pero no encuentra la cinta. Busca en el piso.
El cinto todavía está tirado debajo del escritorio. Su papá sigue sin volver. La ventana sigue entreabierta. Los vecinos siguen sordos.
Recuerda la escena de ayer en la televisión. Esto acá y esto allá. Hace presión con toda su fuerza y logra vencer la dureza del cuero. Y esto allá y esto acá. El nudo, acá, así y más así. Más. Funciona, el nudo funciona y la hebilla sigue manchada.
Manchada y el tercer agujerito. La pierna y el moretón. Y el tercer agujerito. La lámpara rota y sin querer. Todo sin querer. Bolsa grande. Bolsa chiquita de autos. Nudo. Cómo será. Lo vio en la tele, en noticieros, en el diario, el muñeco 3D y la Presidenta hablando sobre él emocionada. Ya es tarde y va a venir mamá.
Todo está tranquilo en el barrio, como siempre. Hace calor y quiere jugo, en un rato ella  va a volver y cuando pasen por el almacén le va a decir que compre unos sobrecitos para la vuelta. De ese y no de otro. Se ajusta bien. Rápido porque ya es hora.
El playmobil granjero lo mira. El nene sabe que lo mira. Lo mira desde el suelo, porque quedó sin ser guardado, no está en la bolsa con los demás. A guardar, a guardar. El granjero lo ve dar un paso y resbalarse, ve la ventana que termina de abrirse súbitamente. Podría escuchar el ruido seco de las bisagras que no cedieron. Y la caída. Y el golpe gris, tieso, rígido, lleno, como la bolsa. 


                                                                                              A.V 06/01/11


Ahora es más fácil comentar