viernes, 18 de mayo de 2012

Baúl

Me cansé, hubiera dicho, pero no. No es cansancio, no es suplicio. No es que las huellas se hayan desmarcado, las líneas imperfectas de unos dedos también raros permanecen ahí, con la memoria de haberse quedado detenidos, inertes, sobre la tapa de un baúl. 


Caja, cosa. Paquete. Libro.


Estoy cansado, hubiera dicho, pero no. No es huida, no es hartazgo. Es, qué sé yo, simplemente, quitar las manos. Ver aquel reposo de frases, palabras, cual souvenires, que siguen ahí adentro, que ya no esperan ser repetidas. El baúl no se aleja, pero sí los dedos, y las manos, y el cuerpo. Y si existe, el alma. A otro lado, se van; a la habitación de al lado. Van.  Al pasillo. A la puerta, que se abre y luz, porque es de mañana y ha dejado de llover hace unas horas. Es otoño, hay hojas y más hojas que el viento ha abandonado sobre la vereda de las baldosas imposibles.


Caminar y ser esquina, y mirar para cualquier lado porque ya no importa, y visitar casas nuevas. 
Allá quedó, todo eso, palabras hechas poesía que dijiste, niña, aunque te olvides. Con las huellas marcadas, sí, pero sin mis manos.




A.V
18/05/12

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