domingo, 24 de junio de 2012

3 centímetros

    Hay un auto. La ventanilla del lado del conductor tiene un agujero de unos tres centímetros de diámetro. El auto es negro, importado, los vidrios no están polarizados. Sobre el asiento hay un cuerpo que compite con el invierno de un 24 de julio que todavía no ha visto el sol.
    No se mueven las hojas que quedaron sobre el asiento del acompañante, no se mancharon tampoco las firmas falsas, ni las facturas para rellenar.
    Ahí donde hay papeles hubo un niño, que durmió de la casa a la oficina. Hubo también varias mujeres, sentadas de a ratos, inclinadas para un lado, hacia donde ahora está él, o estaba, o él que ya no es.
    Atrás del auto hay otro, que espera a su dueño. El propietario de este Clio es una mujer, Amelia, nombre antiguo pero que hoy le pertenece a una chica de apenas veinte años, cumplidos hace un mes. Amelia no lo conocía, pero ahora, apenas llegue con la intención de arrancar el auto y devolvérselo a su papá, lo verá por primera vez. Y el grito despertará al insomne de la casa del frente, que acababa de conciliar su sueño. Y se marcarán teléfonos, y llegarán sirenas que irán despertando a la cuadra, haciendo vibrar los colchones de cada habitación en cada casa. Y se llenarán de ojos las ventanas.
   Detrás de un teléfono llorará una madre, y el niño que ocupaba el lugar de las boletas todavía no se habrá enterado.


A.V 24/06

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