Caminan como hormigas con el pronóstico de sol asegurado. Lo hacen sin prisa, y hasta con cierto desdén. Caminan tomando aire, inflándose los pulmones, y sin otro sentido geográfico que el trazo simétrico de la plaza. No son demasiados; es domingo. La mayoría está acostada o sentada; se observan unos puntos diminutos a su lado, serán niños. Estos puntitos sí se mueven rápidamente, se caen, se detienen, vuelven al pasto verde cuidado, acolchonado.
Desde la torre de Jesús, a 63 metros de altura, se ve el rostro al revés de un hombre. Las hormigas se mueven por sus mejillas, sus ojos y su boca, sin darse cuenta, tampoco molestándolo. Porque él dejó de ser hormiga, a la fuerza, tres veces. Porque no se sabe si camina bajo algún pronóstico soleado, si lo hace con prisa o con desdén; si toma aire, si infla sus pulmones en cada paso. No se sabe porque falta. Algunas hormigas se lo llevaron. Desaparecido.
A.V 27/09/10
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