sábado, 9 de julio de 2011

Ya no es lo mismo. #unavidasinTincho

Tincho CALLAAAAAAAAAAAATEEEEEEEE!!
nono, mentira. 
Buaaaa.


  Ya no se escucha el sonido de sus uñas hace quién-sabrá-cuántos-años no cortadas, sobre la madera del pasillo, donde duerme el Gordo y ya no me pregunto cómo mierda hace para no sacarlo de ahí a patadas cuando rasguña en medio de su siesta reparadora; ni me respondo que con esos ronquidos: "qué se va a despertar". 
   Ya no escucho que Carlos se queje de tener que cocinarle la carne al horno todas las benditas noches, ni gastar setenta mangos en pastillas para el reuma -del perro, claro-. Tampoco se escuchan los ladridos cansados, roncos, desde el garage para que alguien le abra la puerta aunque él no se pudiera levantar.
   Cumplí con mi palabra. Será cruel, pero digna, quizás tozuda pero en fin, de las pocas "palabras" que pude mantener, alguna vez. Jamás. Nunca. Pero nunca le pasé un dedo por la cabeza con algún atisbo de cariño. Ni siquiera con el pie le acaricié el lomo. 
   Sí lo toqué una vez, pero de pura bondad y lástima, un día que el perro se meaba adentro y no podía levantarse. Con las dos manos le sostuve el cuerpo, como una hamaca para bebés, y lo hice salir. El escalón entre el "hall" y la puerta hizo que se cayese, pobre Tincho, despatarrado, como en los últimos meses por ese tumor que fue creciendo y creciendo. Y mis pantalones quedaron llenos de sus pelos, perdí el micro que pasaba por la esquina en el momento exacto de cuando terminé de empujarlo, suavemente con el pié. Era paradójico cómo algunas veces que cuando él salía como paciente de rehabilitación, al mismo tiempo caminaba una viejita con andador y enfermera atrás, por la misma vereda. Seguro se comprendían.
   Hubo un tiempo en el que yo también sentí lo mismo, un tiempo en el que nos entendimos. Los dos esperábamos que el calendario pasase, que pasase rápido. Lo hizo, inexorablemente, y lo que rogué un domingo, enojado con él, pobre animalito viejo, terminó pasando, hace unos días nomás.
   Me enteré por mensaje. "Che, se llevaron al Tincho". Uh, bueno, ya era hora, pensé. Ese mismo día se había quedado encerrado en la cocina, al lado del horno. Había caminado desde el garage hasta ahí, seguramente esperando que alguien hubiera prendido alguna hornalla, o quisiera desayunar una tarta. Cuando fui al baño, pasé por ahí, lo vi, junto al líquido en el suelo; llego tarde. Hice como si nunca lo hubiera visto y me fui a la facultad. Igual, llegué tarde.
   "Quién te dijo?" "Carlos" Pasó un rato después de esos mensajes y llegó otro. "Se murió nomás". Entendí que Matías había ido a la cocina, y ahí Carlos le contó. Al día siguiente me levanté a las siete de la mañana y ahí estaba. No no, no su espíritu: Carlos. Me confirmó que "la casa está de luto". Yo pregunté con cara del recién-despertado-más-boludo-de-la-17: "¿Quién, el Tincho?"  "Sí, pobrecito. Ayer a la tarde lo sacrificamos".  Uh. 
   Parece que había estado boqueando y "estirando la pata" (ahora entiendo de dónde viene el término) toda la mañana después del incidente de la cocina y bue..no quedó otra.
   Se fue un perro querido, con quince años y medio de anécdotas contadas por su dueño. Que se iba al bosque y después volvía, que lo llevaron a Ensenada corriendo detrás de una moto y volvió solo, que se iba a donde estaba alguna perra en celo y se quedaba ahí por días, que varias veces mordió a los vecinos y otras qué-sé-yo-qué-sé-cuánto que lo enaltecían como un verdadero macho alfa. Algún día intentaré recopilar y escribir una biografía perruna en su honor. 
  Con sus cosas detestables y algunas que otras cosas loables que yo ignoro porque me tocó vivir su vejez más hinchapelotas, se fue el perro más querido de esta cuadra, por el que venía gente a tocar el timbre a la siesta cuando lo veían descuajeringado sobre la vereda, o por el que me preguntaban bien temprano a la mañana los padres de los chicos de la Escuela de la vuelta. Fue un perro famoso, dicen que valiente, "perrariego" y viril. Se fue rápido, después de todo, relativamente hablando.
   En fin, ya no tendré que preguntar novedades cuando hable por teléfono desde La Rioja con la gente de la pensión: ya no habrá nada nuevo que sea lo suficientemente importante.


Para Ellos y el Tincho, que conducen desde el cielo. RIP RIP, hurra!!


                                                                     A.V        8/7/11


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