Que te quedes ahí. A medio despertar.
Mirando la almohada, la cortina baja, el verde manzana.
Sin abrir del todo los ojos, sonriendo graciosa sin querer.
Con la frente arrugada, la nariz dolorida.
El pelo revuelto sobre tu cara.
Y que te tapes otra vez con todas las colchas.
El ventilador a mil, la temperatura en 10°.
Que sigas dando vueltas en la cama abrazada a Urson.
Que me digas buenos días a las mordidas, y te rías.
Quisiera, que te quedaras ahí.
Que festejes muchos cumpleaños pero que nada cambie.
Que no sigas buscando altura, ni que te pongas tacos en navidad.
Que te pintes poco, que no uses cremas.
Te amo con los pies negros, con la mirada tierna,
con la boca llena, con la risa inoportuna, con los pasos largos,
con tus brazos largos.
Te amo en el abrazo, en el chat y en las peleas.
Me enojo conmigo y con mis celos de universo. Pero,
a fin de cuentas,
estoy seguro de que vas a seguir creciendo
aunque yo no quiera.
Pero, prometeme, hermosa hermana mía, que no te vas
a olvidar de la mirada de buenos días, entre lagañas y desayunos.
Yo, por mi parte, sigo jurando la promesa: la segunda, para siempre.
¡Feliz cumpleaños!
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