jueves, 13 de enero de 2011

Polenta

Si escribo un cuento como mina, ¿me estoy transescribiendo?
Yo, antes de empezar.
NO.
Mujeres del taller, después de leerlo.

   Me cepillo el pelo después de bañarme. Además, pongo a calentar el agua para el mate. Me voy a lo de mis viejos, le dije cuando armaba el bolso. 
   ¿Tanto te llevás? me respondió al ver que ponía las obras completas de García Márquez, los tres de Larsson y varios dvds. Él estaba apurado. Tengo partido, chau chau, en un rato vengo, gritó al cerrar la puerta.
   Mentí porque necesitaba tiempo. Ahora, frente al espejo, compruebo que no es tan difícil. No se me va a correr ni un milímetro el rímel, ni me van a temblar los labios. Sí, el otro día, era un mensaje de él. Eso le voy a decir. De frente. Con el bolso en una mano y el picaporte en la otra. Sin llevar llave.
   Ajam. Sí. Y voy a arquear la ceja. Así.Y le voy a decir: hace bastante ya, Martín, siete meses, desde esa vez que te fuiste a Córdoba a jugar. Y voy a dejar que se quede ahí, sentado, comiendo la última cena que le voy a preparar. Atragantándose.
  Seguro se va a sorprender un poco. Pero no es boludo el gordo. Ya se la veía venir. El otro día, el jueves pasado creo, me llegó un mensaje y me abalancé sobre la mesa para que no lo viera. Pero me vio a mí, el hijo de puta. Y me quería sacar el teléfono. Yo me hice la que estaba jugando, y dejé que me toqueteara para que no se diera cuenta. De ahí se fue a la cama. Pero se durmió al toque y no pasó a mayores. Al día siguiente mientras desayunaba me preguntó quién había sido. La mami, ¡tonto! Cosas de mujeres. Sonreí y fui a darle un beso. Él corrió la cara al roce. 
 Y ahora -debería pintarme los labios así me ve bien la boca cuando lo diga- me voy a vivir con él, Martín, a su casa en Recoleta. Voy a articular bien. Antes, me voy a pasar la lengua por los labios. No pienso despedirme, ni darle un beso. Nada.
 Ya está, el maquillaje, el peine. Shampoo compro allá. El cargador del celular, la cámara, la cámara es mía, creo. Unas sábanas. Todos los pulóveres. Mi oso: me lo regaló este boludo, pero me lo llevo igual. Mis perfumes. Los lentes de sol. La otra vez, sin que se diera cuenta ya me llevé el secador de pelo, otros libros, los apuntes, el bolsito térmico, y la minipimer. Total cocino yo. 
 Está frío. La polenta se hace rápido, abro una salsa también y listo. Chequeo que estuviera todo en el bolso. Está lleno, no le cabe ni un lápiz de labios. Las cartas, fotos, boludeces, las dejo. Las piedritas también.
 Me cebo unos mates. Miro la hora y cómo pasó de rápido el tiempo. Pongo el agua, rocío la polenta. Revuelvo. En frío porque sino me sale grumosa. Y se merece por lo menos una última polenta como la gente, el pobre. 
  No es malo Martín, pero es un boludo. Su vida es el rugby, y seguro me está cagando también. Mucho partido en otro lado, mucho viaje, mucho boliche. Él nunca cuenta nada, pero yo sé. A otras les pasó lo mismo.
 Saco el abrelatas y abro la salsa. Llegó. Más temprano, qué raro. No me lo esperaba YA. Mi pulso se acelera. Necesito tiempo. Abre la puerta y entra. Todo golpeado. Con sangre en la ceja. Voy rápido a curarlo, pobrecito, boludón. Lo miro. No me dice nada. Se sienta a la mesa. Bajo la luz ponete, le digo. Traigo el botiquín. 
  Dejá, dejá, ya me curo yo en el baño, me dice. Tiempo, pienso yo. Andá, seguí con la comida. Voy, pero él no se levanta. Corto y pongo el queso en la polenta. Qué rico, susurra. 
  -¿Cómo te fue?
  - Bien. Gané. Bah, creo.
  -Estuvo duro ¿no? ¿Cómo "creo"?
  -Menos de lo que pensé. La verdad...
  -No entiendo.
  -Un viejo, pelotuda. -y se ríe- ¿Un viejo? Encima pelado.
 Siento un golpe en el pecho pero Martín sigue sentado. Y otro en la panza. Y la boca me tiembla. Y dejo de revolver. La polenta empieza a explotar en la olla. 
  -¿Qué pasa?
  -No te hagas la boluda. Ya está. Lo maté, viejo de mierda. La verdad me sorprendiste ¿eh? Primero pensé en uno de los chicos y también lo iba a matar, pero pensé que iba a ser una pelea jodida. Pero puta de mierda, ¡¿te fuiste a meter con un viejo choto?!
  Se para. Y yo corro hasta la puerta. El bolso está ahí.
  -No te voy a pegar. Bastante lástima te tengo. Andá a curarlo al viejo que quedó hecho pelota.
  Apaga la hornalla. Y cucharea la salsa. 
 -Está rico.
  Tiene la rodilla golpeada. 
 -Andate ahora. Después se congestiona todo el centro. 
  Mira el bolso. Lo agarro, con mucha menos fuerza de la que esperaba tener.

  -¿Me ayudás a subirlo? Está pesado.-le digo sin mirarlo. Y me voy al auto.


                                                 A.V   12/01/11

1 buenondones expresivos:

Anónimo dijo...

Amigo, no soy amante de entrar en ete mundo, pero debo admitir que esta fabuloso, Te felicito Alv, admiro ese talento para escribir tan maravillosamente! Fabi, la misma gritona.

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