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Me cansé, hubiera dicho, pero no. No es cansancio, no es suplicio. No es que las huellas se hayan desmarcado, las líneas imperfectas de unos dedos también raros permanecen ahí, con la memoria de haberse quedado detenidos, inertes, sobre la tapa de un baúl.
Caja, cosa. Paquete. Libro.
Estoy cansado, hubiera dicho, pero no. No es huida, no es hartazgo. Es, qué sé yo, simplemente, quitar las manos. Ver aquel reposo de frases, palabras, cual souvenires, que siguen ahí adentro, que ya no esperan ser repetidas. El baúl no se aleja, pero sí los dedos, y las manos, y el cuerpo. Y si existe, el alma. A otro lado, se van; a la habitación de al lado. Van. Al pasillo. A la puerta, que se abre y luz, porque es de mañana y ha dejado de llover hace unas horas. Es otoño, hay hojas y más hojas que el viento ha abandonado sobre la vereda de las baldosas imposibles.
Caminar y ser esquina, y mirar para cualquier lado porque ya no importa, y visitar casas nuevas.
Allá quedó, todo eso, palabras hechas poesía que dijiste, niña, aunque te olvides. Con las huellas marcadas, sí, pero sin mis manos.
A.V
18/05/12
Tengo una amiga de esas que cuando llegué me invitó a cenar pastel de papas con su hermana. Es de esas con las que ves el Mundial. Con esas dos informaciones uno podría llegar a decir que la ha definido entera, pero no, también es de las que insisten una y otra vez para tomar una cerveza en la terraza, un día ni tan fresco ni tan caliente, ni tan húmedo ni tan imposiblemente seco. Esa amiga tuvo una idea, y habló con otros amigos, y así se fue armando un proyecto interesante.
Más o menos indefinido, por momentos muy improvisado y por momentos serio, el plan de caminar por donde los e-mails, los contactos, los mensajes, los datos sueltos nos llevan se llama, justamente, Transeúntes.
Si algo he de aceptar, es que, recorriendo esas escrituras novedosas de mucha agenda, soy un hongo. Así que como primera cosa, desde La Rioja, les cedí un cuento, justo uno que había obtenido un premio compartido, allá por diciemrbe. Como exclusiva, escribí en el mail, jugando al escritor "denserio".
Se ve, según las estadísticas del blog, que tuvo más entradas que cualquier otra cosa que yo haya publicado en este blog. Mirá tú!
Así que acá está. Aullidos, se llama. Se lo dedico a mi hermano, que me contó las morbosidades más pintorescas de su trabajo en una clínica del corazón (sin melosas metáforas). No lo copio, sino que mando el enlace, porque como dije en el título, este cuento caminará siempre por la sendas del transeúnte amigo.