jueves, 29 de septiembre de 2011

Empecé portugués (y terapia)





  Si alguien me preguntara, ¿qué hacés el viernes a la tarde? yo, cual Seinfeld (looser que se hace el canchero), le contestaría: 
  -Tipo 7 no puedo. Tengo, tengo algo importante. Tengo que verme con alguien-. Y levantaría una ceja. A las 7 en punto toco el timbre. A las 7.04 me siento en una silla, me arremango si tengo un buzo o un poulover, y contesto a un "qué tal la semana".


  Para aquellos que siguen escuchando después de que digo que voy a la psicóloga, y me preguntan qué hago ahí (no porque no sea evidente sino por pura curiosidad y para preguntarse ellos mismos qué les diría un lacaneano), he aquí la siguiente anécdota:
  En una de las sesiones, la psicóloga me dijo: "te va a costar mucho renunciar a la autoexigencia porque te da placer". La pu. En aquel momento, cuando lo dijo, me limité a asentir. Todo lo que dice esa mujer está bien, a veces le pega demasiado, te pregunta cosas incómodas, qué se yo. Que te hable de un Superyó goloso, un narcisismo andante y que después te mire fijamente y te diga: ... (ahí va la parte "todo bem, todo legal, PERO"). 
   Sí, empecé terapia y me fascina. Supongo yo, cualquier psicoanalista -ponele Andrea-,  diría que la "transferencia" va 10 puntos. Es más, cómo será, que elegí, entre todas las optativas, cursar 4 meses de psicología social.


  Ponele también que ese día, después de la terrible charlita, haya vuelto caminando. Lo importante fue la promesa posterior: "juro que voy a hacer todo todo todo todo todo para renunciar PERFECTAMENTE".
   Es por eso que empecé este posteo hablando de cualquier cosa menos de lo que indica el título, pero como bien dijo -o lo dijo una vez, o lo robó de otro, bah, tampoco es La idea- Pancho Ibañez, todo se relaciona con todo. La neurosis del orden y de que todo tenga su explicación obliga a usar esa frase como gran excusa para seguir diciendo boludeces y que más o menos se arme un texto -al que llamaré prostitución literaria, bloggería desesperada, o para ser brutalmente honesto: déficit visititario mensual-


  El tema es que hay gente que, como mi amiga Flor, ve el enamoramiento del que habla Freud, o que poco poéticamente uno podría denominar como: sentimiento que atraviesa ojos, garganta, panza, bolsillo cuando ve algo que disminuye su Yo para pasarle cualidades extra terrenales a algo/alguien. Ella, por ejemplo, se enamoró de sus sandalias. Ese par de..¿sinónimo de sandalias? con cordones y así, asá, así y asá, que buscó por toda La Plata, por todo mercadolibre, que encontró en una zapatería española a 60 euros, son el amor de su vida. Son su Yo ideal, o ideal de Yo -no da buscar la fotocopia-, lo más perfecto que existió en este mundo y por lo que dedicó horas y horas, gastó suela en recorrer vidrieras intentando concretar el acto (de comprarlas).


  Y aquello se relaciona con decir: será posible!? El loco tiene razón. Uno lee la fuckin' fotocopia pensando: ajam, claro, sí..es VERDAD, la puta madre, o sea que.... Años así. Años tratando de que la media sandía lo encuentre a uno que apenas se sentía la mitad de una... aceituna. Años sin entender que al final uno busca su complemento idealizado: andá a casarte con el espejo agrandador, entonces.
  De todas formas, también como diría mi amigo Jorge, el retrato de una obsesión podría simplificarse en la maldita costumbre. La respuesta es fácil: they don't like men. 
  
  Temor a ser amado. Qué problemón. Pero no, no es el mío. Con ese diagnóstico psicoanalítico quizás ganaría un punto más. Pero no. El tema es distinto, menos mal que gracias a mi superyó goloso no lo voy a escribir.


  El gran Tom Jobim -que por estos días me parto escuchando-, tuvo un amigo, Don Vinicius, que lo dijo claro: Tisteza não tem fim, felicidade sim. 



  Lo habrá escrito por el carnaval él. Y si los boludos de los periodistas deportivos la ponen como titular cada vez que Brasil pierde en algo, yo puedo usarla para decir que tristeza não tem fim, pero que  à felicidade se encuentra cursando portugués. La clase es genial. La cruz de las personas es genial. La profesora es lo más. Las S son lo más, las "nh", los "ch", la R francesa que sale hasta donde no debe. Hasta la Mercury termina siendo aceptable. 


  Cursar portugués -y tener las cuestiones que uno le cuenta a la psicóloga- lo hace subir a uno las escaleras de la facu cantando "Fotografia", comprar un sánguche tarareando "Amanhecer", hartar a tus compañeros con el: Meeeeu coraçao não sei por que, deserotizar todo sentido de la frase "batir papo" porque la profesora lo dice 40 veces en la clase, imitar a cada uno de los pastores de la tele  tratando de meterle la nacionalidad brasilera en cada Jesucristo que dice, leer las O como U y tener horas y horas pirateadas de Caetano Veloso y Maria Rita en la compu.


  Si en algo se articulan (fuá, palabra) portugués y psicología es gracias a Mafalda. No encontré Mafalda tan linda, tan -volviendo a los primeros párrafos- sandía, y con una amiga TAN parecida a Felipe. 


 Mafalda tiene facebook. 
Mafalda é linda, é uma garota muito bonita. 
Eu lembro àquela menina na praia cuando pienso en Mafalda. 
Mafalda me tiene apaixonado. 



   Mafalda y yo no tenemos amigos en común. No da agregar a Mafalda. Mafalda seguro sale de cursar con ojeadura. Mafalda no va a leer esto.

Qué se le va a hacer: tristeza não tem fim, psicología e português, sim.


                                                        A.V 29/09/11

Aquí para escuchar Amanhecer, de Wager Barbosa e interpretada por Confluencia.




Y aquí, el clásico Carinhoso, también por Confluencia


Nota:  Si alguien leyó hasta acá, no sé cuál, si mi Superyó o mi Yo, les pedimos disculpas o les agradecemos. Saludinhos.

sábado, 17 de septiembre de 2011

¿Qué hacer si uno se encuentra un celular?


   Sí, lo veo, ahí, abajo de ese banco. Muy cerca de los caños para hacer gimnasia. Pero yo llegué después; cuando me senté acá, no había nadie. También es rara la hora. Salvo algunos enfermos mentales, no toda la ciudad sale a correr por el centro a las cinco y media de la mañana, un miércoles.

   Claro que podría fijarme de quién es. Agarrarlo con cuidado, prenderlo, fijarme en la lista de contactos, si hay algún "mamá" o "amor" para llamar y avisar. Mejor un "mamá" porque mirá si encima de perder el teléfono se le arma algún quilombo.

   Además, menos mal que soy yo. Porque acá y por estos días, cualquier otro podría haberlo encontrado, buscar los mismos contactos y fingir un secuestro, mucho más si se lo dejó hace poco. Indagás un rato, mirás las fotos y videos que tiene adentro y alguna idea te hacés. Eso voy  a hacer, quizás conozca al dueño, quién te dice...pueblo chico.

    Desde acá se lo ve grande, no sé si táctil, pero por lo menos un Blackberry debe ser. Tiene cámara también, me parece, chiquita. Sólo se ve la parte de atrás del aparato, negro, y algo que le brilla pero todavía está oscuro y mucho más a la sombra del banco de plaza.

    Podría ser de algún famoso. Ahora, ¿quién podría venir a esta ciudad un miércoles a la madrugada? Bah, digo, ¿qué famoso super estrella con videos subidos de tono y altamente vendibles a la televisión podría venir? Ninguno, creo. Igual habría que ver, quizás es músico y tiene algunos demos grabados ahí. Podría tener yo, gracias a mi suerte de corredor nocturno, la exclusiva chance de escuchar, antes que el resto del público, los futuros nuevos éxitos de alguien muy creativo, un Santaolalla, que ahora es tan conocido.

    La otra, es que sea de un escritor. Con archivos en Word de su nueva novela. El futuro premio Clarín, en mis manos por un rato. Estaría bueno, hace bastante que no leo nada, con esto del laburo nuevo, siempre ocupado, siempre en casa. La puta, debería haber comido esa banana anoche.

   Sino también, un periodista político. Los periodistas siempre usan...¿cómo les llaman ellos? BB. Ja. Recién recibidos y sin un peso que se hacen los cool. O empleaditos eternos que se hacen los Pro y tienen blackberry. Yo siempre fui empleadito, y lo seguiré siendo, pero no tengo BB. Hasta ahora. Podría ir hasta ahí, recogerlo. Y ver.

    También podría no tocarlo, quizás eso sería lo mejor. No fijarme nada y esperar a que suene. En algún momento alguien va a llamar y ahí le digo, mirá, encontré este teléfono en la plaza, debajo de un banquito, yo no tengo problema en devolvérselo al dueño, decimos un lugar, nos juntamos y listo, no hay drama. O viene por casa. No. Error. Nunca hacer ir a alguien a tu casa. En este aquí y ahora, jamás. Es casi un suicidio. Ya me veo por la tele, todo descuajaringado, diciendo que yo sólo quería devolver un celular. O en el diario. Otro caso de inseguridad.

     Pero... yo siempre quise cambiar este teléfono que tengo. Si no llaman en veinticuatro horas es porque no les interesa el aparato. Seguro tiene muchísima plata el dueño. Tanta, que no le importa perder un teléfono. Uno más, uno menos, debe pensar. Y a mí no me sobra la plata para cambiar el mío. Yo sí llamaría si lo perdiera, aunque sea viejo y con teclas, como los de antes. Porque uno se termina encariñando con todo lo que lleva en el bolsillo. Por eso me compré este jogguin con cierre, para que no se me cayera nada, así no tuviera que andar buscando y pidiendo que me devuelvan las cosas. No, a esa gente rica no le importa nada. No transpiran laburando, no tienen culpa cuando gastan, tienen esas tarjetas ilimitadísimas y no tienen nudos en el estómago a fin de mes. Y encima, se dan el lujo de andar perdiendo celulares. 

    ¡Qué cosa esta gente que desperdicia el dinero! Adióooos Don Alberto, ¡¿cómo lo trata la vida, bien?! ¿Va a comprar el diario? Cada vez peor estamos, Don Alberto, con esta inseguridad ¿vio? Se han perdido los códigos, antes entre los villeros había códigos, ahora no se respeta nada, roban por robar, matan por matar, fijesé lo que dice Grondona ahí en su columna. Esto no tiene vuelta atrás. Adiós Don Alberto, saludos a su familia. 
    Este Don Alberto, hija bonita tenía. Éramos chicos y yo no sabía qué otra cosa hacer que mirarla cuando iba a comprar al almacén de frente a casa. Pero eran otros tiempos. Igual, abogado tenía que ser el marido. Ése. Otro que puede darse la buena vida y podría andar perdiendo teléfonos.

    En fin, ya sería hora de ir volviendo. Upa. Entrada de colegio. Cada vez más turritas, las pibas. Si sigo mirando así para la esquina me voy a sacar el cuello. Ay ay ay, cómo duele este cuerpo cansado, che. A ver, me voy a acomodar mejor. Como abuelito mirando el cielo. Y esas polleritas, tan cortas. ¡Qué piernas, querida! Antes, en mis tiempos -y tampoco fue hace tanto che, las escuelas ya eran mixtas acá en la ciudad-, las chicas usaban las  polleras hasta las rodillas, camisa por dentro. Ahora todo es un descontrol, se perdieron los valores de la familia, las pibas cada vez más desinhibidas, a esta hora de la mañana, con estos corazones débiles mirándolas, por Dios.

    ¡Eh! ¡Qué hacés? No, no. ¡Perro! Dejá eso ahí, vení. ¡No, no, no te vayas, vení, perro de mierda! La concha de su madre y la banana que no comí anoche. Ay, Dios, la cintura. Ay. A todos los perros de la calle hay que mandarlos a que se los coman los leones. Ay, perdí un celular. Ay, la cintura. 
    La puta. Podría haber sido de un doctor.

                                                                                    A.V      17/04/11



martes, 13 de septiembre de 2011

Domingo en 7





2.
   Pudo ser una perfecta escena fotográfica. Estática. Un media sombra cubre la parada del 307 y el fondo casi de naturaleza muerta de Plaza San Martín y Casa de Gobierno es alterado por un viento incoherente que por momentos provoca que el bastón del viejo que duerme sentado en la casilla se balancee de un lado a otro. Unos pocos cabellos flamean bajo su boina.
   Los pájaros también descansan en el séptimo día. Los micreros aguardan el quinto semáforo en rojo antes de seguir camino. Las sendas peatonales continúan inertes ante el cosquilleo inútil que hacen las hojas y el polvo que sobrevuela el asfalto.
   El viejo rompe por último la escena, que había dejado de ser fotografía para transformarse en reliquia pictórica, cuando suelta el Clarín hace dos horas comprado en 51. Las páginas se incrustan en los caños de la parada, en los arbustos, en los troncos. La Viva colisiona violentamente contra su bastón y lo despierta. Sobresaltado, el viejo ronca con los ojos abiertos. No se levanta, sólo se agacha a buscar el bastón.


  Puede ser una perfecta escena fotográfica. Estática...


                                                                             A.V.    un día en Textos.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Mente en negro

Se estrujarán las ideas inservibles.


Se agotarán como de cuentagotas
las estupideces más escandalosamente no-dichas.


Se negarán párrafos enteros.
Se apretujarán contra el fondo de lo imborrable
            y también se asfixiarán, ilusas,
las dedicatorias más perfectamente inocultables.


Se callarán los dedos. Y dolerá la garganta.
Y sólo se escuchará el espasmo alérgico
del invierno que cojea acá tan cerca, en el pasillo.
Y la primavera, aletargada,
llegará histérica arrancándose las hojas.


Se secarán,
no por el sol
o por la promesa inconsistente de calor,
las palabras más amargamente empalagosas.
Se secarán, en fin,
con aire de caloventor y de sueño
que corre con piernas de infancia
                         aquí tan cerca, tras la puerta.








                                                                                                               A.V      03/09/11


Ahora es más fácil comentar