sábado, 30 de julio de 2011

Ejecuciones nocturnas

                                           ellos piensan, ella ejecuta.

1.
La mujer y su nombre perfecto aparecieron hoy, sobre mi mesa de luz, con una mentira y su firma. No le llevó más que trece renglones cortados de una hoja que arrancó de mi libreta. Trece renglones. Tres líneas escritas. Su firma.
Me desperté con el estómago revuelto, ardiente; el aliento perdido y la cabeza vagando en la otra esquina, en el cruce de la avenida más transitada con la de la entrada de veinte…no, treinta colegios en la otra cuadra. Mis brazos yacían sobre el colchón húmedo y gélido como los bostezos de los choferes de colectivos que salen y entran por esa calle; me dolían como cuando frenan, y se estiran. Y las monedas en los bolsillos que eran tantas, las piernas pesadas tenía, cansadas como después de correr por vidas ajenas, agotadas que tiemblan, como cuando ya no sirven para dar una patada más. Fue ahí cuando me senté en la mesa de la cocina/living/comedor y abrí la cortina.
Y leí el papel. Lo leo ahora. Tiene un perfume que no recuerdo. Había escrito con cuidado, o por lo menos parecía una caligrafía practicada, cada palabra apenas por encima del renglón, como en el aire. Perfecta ortografía. Tinta verde de vaya saber qué lapicera, quizás de la del lado del teléfono. Simple, sintética, suprema, como su nombre.
Podría haberme dejado la nota en cualquier rincón del departamento. Debajo de la puerta. Pero eligió que la encuentre al abrir los ojos. O sea, entró de nuevo a la habitación. Tal vez se sentó en la cama y la escribió allí. O quizás se agachó con sutileza hasta la mesa de luz, a veinte centímetros de mi rostro y quizás me haya besado, enojada. O no. Quizás vino hasta esta mesa, y escribió. Lo pensó en el baño, mientras se miraba al espejo. O lo escribió contra la puerta. No, porque se nota  que fue contra una superficie lisa. Contra el vidrio, en el piso, sobre la mesa de luz.
Volví a la ventana y creí que la veía cruzando la calle. Tenía que ser ella. La vi mirar hacia acá. 3° B. El de la derecha. Giraba y miraba otra vez hacia acá. Cruzó y siguió mirando. Pero no creí que pudiera verme. Pero era ella. No estaba bien. Pensé en bajar, no podía. Ella caminó y su figura se perdió entre los marcos de la ventana. Seguramente no se fue lejos, quizás me dejó la nota sólo minutos antes de que me despertara.  Podría volver, quizás. Busqué la llave y corrí cojeando a dejar entrabierta la puerta. Iba a volver. Estaba enojada  pero quería volver. Quería sentarse y escucharme. Que se lo dijera claro. Y quería interrumpirme, levantar la cabeza, y hablar suavemente escupiendo los peores rencores. Quería descargarse y llorar, que la abrace.
La mujer del nombre perfecto quería que la rodee con fuerza y gritar dejame.
  

2.
-No sé porqué traés esto ahora. No sé qué querés saber, qué vas a lograr hablando de él. Ya está, ya fue-. Mantengo la voz y el brazo erguido mientras me sirvo más vino en la copa y lo bebo en un trago.
Claro que me importa, en fin. Estamos siendo honestos ¿o no? Cada uno y su historia. Cada uno y sus sábanas.
No soporto sus miradas perdidas. Estoy harto del no pases por ahí cuando vamos en el auto por la avenida. De que todo lleve a él y me lo niegue. Estoy cansado de que se aleje sin explicación, harto de ver el número de él todavía en su teléfono.
Se equivocó al elegirme.  Piensa que debería haberse quedado con él. Y no con el pelotudo que no hace otra cosa que trabajar. Con este viejo de mierda que no puede estar con ella.
Y yo dándole con todos los gustos.
Lo difícil es el silencio. Y las respuestas vacías. Su espalda cuando le hablo. La almohada entre nosotros. Su insomnio. Sus horas en el baño. Su silencio.
Lo mataría. Iría hasta su mugrosa habitación a matarlo. Pero soy un insecto a punto de reventarse, con qué cara. Una mosca casi muerta. Ni siquiera una mosca porque las moscas se apoyan en la mierda y yo no tengo ni los huevos para mandarlo a la remilputa que lo parió.
-Y sí, quiero saberlo -digo después de pagar la cuenta-. O terminar con esto.


3.
Él sabía que todavía guardaba la llave en el ropero. Lo sabía. Y sé que muchas veces debe haber querido tirarla. Llevársela y nunca devolvérmela, o simplemente hacer que se perdiera.
Anoche después de cenar, fuimos a casa. Me gritó como nunca en su vida. Me lastimó las muñecas. Me pegó una cachetada. Me obligó a buscar la llave y subir otra vez al auto.
Tenés que elegir de una buena puta vez-me gritaba. Ya lo había hecho. No iba a llorar, no iba a hacerme la pobrecita con nadie.
Estacionó a la vuelta. Ya era tarde, día de semana y nadie circulaba a esa hora. Abrimos la puerta de abajo, el portero no estaba.
Subí vos y elegí. Te espero una hora. Nada más. Sino no volvés, no vuelvas nunca más.
Abrí la puerta con cuidado. No quería espectáculos. Hacía dos años que no lo veía, me acordaba del departamento, pero estaba algo cambiado. No estaba en la cocina, ni en el baño. Durmiendo. Serví agua en un vaso. Busqué en la cartera la pastilla. Me acerqué hasta su cama y escuché que la puerta de entrada se abría otra vez.
Fue un tironeo. Se agarraban los brazos pero no se golpeaban. Se gritaban, se putearon. Se tiraron al piso. Pero no se golpeaban. Eran unos cagones los dos. Yo gritaba para que se dejaran pero en realidad no lo quería. Quería que se hicieran mierda los dos. Pero no se pegaban los muy cobardes.
Bajá, bajá ya. Subite al auto. No te quiero ver más- dije al final. Me habían cansado. Los dos.
Me hizo caso. El otro quedó en el piso, agotado, asmáticamente agitado porque ese debe haber sido su esfuerzo físico más grande en estos últimos años.
Le ayudé a recostarse. Saqué de la cartera otras dos pastillas cualquiera y se las di. Se durmió profundamente, como siempre. También saqué una lapicera. Y arranqué un papel.

No me hables, no me llames, no me jodas. Perdete.
No te amo ni te quise nunca. ¿Querés saber algo más? Ni a él.
                                        Yo.

  Volví a la cocina. Esperé un rato sentada en el sofá percudido, quizás dormité. Por la ventana ya entraban los primeros rayos de un sol marrón. Mandé un mensaje: Salió todo bien amor, se acabó todo con los dos. Ya voy para ahí.
   Bajé; deseé haberme hecho un café antes de salir. Él nunca tiene café. Voy a llegar helada y no va a haber café. Caminé, de todas formas, hasta la esquina. Los niños corrían para entrar a la escuela. Un taxi esquivó a alguno cuando vio que mi brazo se levantaba despacio y temblaba de frío, llamándolo.


                                                             A.V        30/03(07)/11



viernes, 29 de julio de 2011

This is called "flashear"

I'm sick of 
     imagining (us)
                             I'm fukin' tired of
     watching us in a
                        stupid and unreal mirror
      with just a little cold wind as a difference

and you
  with the same unforgettable hilarious and kissable 

smile.

You do that.
You smile. And maybe you also cry inside.
But I... I just
     think
           and
               think
   and talk (to you) alone.


I close my door and you were left.
One miserable and ordinary sound and
                      you are houses
 and buses and cities
      and thoughts and lips,
           and hugs, far.
                                Far
                                          away.

I'm gettin' tired, you know.
Reality has always  been boring to me
                but this,
                this
     and your mouth s-h-u-t-


and me playing
and           replaying
the fantasy with a single word out

Spit'em all out, you stupid!

I really would like being brave

Stop the car and
tell you softly
the whole damn story

and you will look down
or you may not 
or who knows what

But  now
I've got no voice
I've got no throat


I can only
 hide
                                                                                                                      every simple knot
  in this.




A.V     29/07/11

miércoles, 27 de julio de 2011

Repetir





Se divierte negando
se entretiene pensando qué tecla, 
si blanca si negra, toca, 
con qué dedo, con qué otro,


Conoce el juego,
pasa la siesta tarde noche
pensando y volviendo a pensar


play y replay de ese piano
que flota por debajo de la 
       letra
que dice todo sin más
                         ni menos
que lo que sabe, piensa, teme.


Pero les huye
palabras
no las busca
sólo las siente
                                 peligrosas
en el mismo lugar. 


Y se entretiene, negando.


Y los días pasando.


Él, tan cobárdemente divertido


Y ella, tan canción.


Play
y
Replay


                                                                                                         A.V      27/07/11

viernes, 22 de julio de 2011

El cocinero humano

  Prepara él solo el locro. Hoy no hace frío pero quiere que se vayan bien comidos. Le gustaría poder derramar en el caldo las buenas noticias que había escuchado, que él mismo había comprobado, para contrarrestar la amargura de la novedad más triste, no hay tiempo. Querría excederse, querría añadir exageradamente el condimento que no puede encontrar aunque lo desee con su cuerpo entero, quiere hacerles saber que sus familias están bien.
   Quiere que el avión no despegue. Quiere que sea mentira pero los oídos de todos por ahí se han saturado, el horror viaja claro, sortea ventanas mínimas y rejas y se impregna en el cemento que siempre está frío, como si hubiera dejado ya, de ser sonido, como si alguna vez hubiera sido sólo eso. 
   Sigue cocinando. Los hombres no lloran, pero el locro está muy seco.
   Revuelve y la sopa burbujea. Revuelve y reza.


"...Pero creo que Dios se quedó finalmente para ver cómo nos sacaban
en la mirada húmeda del cocinero Peñaloza que apoyaba su gordura 
sobre el alambre tejido que entonces bordeaba el IRS."
Ricardo Mercado Luna
"Los rostros de la ciudad golpeada"




 Nota: Desde marzo de 1976, decenas de periodistas, profesores, artistas, párrocos y escritores fueron secuestrados en el "Instituto de Rehabilitación Social" (IRS) de La Rioja por la Dictadura Militar. Entre torturadores, guardiacárceles, médicos y curas cómplices y gendarmes hubo un cocinero que se preocupó por alimentar bien a los detenidos. R.M.L y Arturo Ortiz Sosa lo recuerdan y lo ubican dentro de los más piadosos junto a los otros guardias Ruiz y Martínez que a veces llevaban noticias de sus familias a los incomunicados en papelitos, o simplemente las susurraban.


                                                                 A.V     22/07/11

sábado, 9 de julio de 2011

Ya no es lo mismo. #unavidasinTincho

Tincho CALLAAAAAAAAAAAATEEEEEEEE!!
nono, mentira. 
Buaaaa.


  Ya no se escucha el sonido de sus uñas hace quién-sabrá-cuántos-años no cortadas, sobre la madera del pasillo, donde duerme el Gordo y ya no me pregunto cómo mierda hace para no sacarlo de ahí a patadas cuando rasguña en medio de su siesta reparadora; ni me respondo que con esos ronquidos: "qué se va a despertar". 
   Ya no escucho que Carlos se queje de tener que cocinarle la carne al horno todas las benditas noches, ni gastar setenta mangos en pastillas para el reuma -del perro, claro-. Tampoco se escuchan los ladridos cansados, roncos, desde el garage para que alguien le abra la puerta aunque él no se pudiera levantar.
   Cumplí con mi palabra. Será cruel, pero digna, quizás tozuda pero en fin, de las pocas "palabras" que pude mantener, alguna vez. Jamás. Nunca. Pero nunca le pasé un dedo por la cabeza con algún atisbo de cariño. Ni siquiera con el pie le acaricié el lomo. 
   Sí lo toqué una vez, pero de pura bondad y lástima, un día que el perro se meaba adentro y no podía levantarse. Con las dos manos le sostuve el cuerpo, como una hamaca para bebés, y lo hice salir. El escalón entre el "hall" y la puerta hizo que se cayese, pobre Tincho, despatarrado, como en los últimos meses por ese tumor que fue creciendo y creciendo. Y mis pantalones quedaron llenos de sus pelos, perdí el micro que pasaba por la esquina en el momento exacto de cuando terminé de empujarlo, suavemente con el pié. Era paradójico cómo algunas veces que cuando él salía como paciente de rehabilitación, al mismo tiempo caminaba una viejita con andador y enfermera atrás, por la misma vereda. Seguro se comprendían.
   Hubo un tiempo en el que yo también sentí lo mismo, un tiempo en el que nos entendimos. Los dos esperábamos que el calendario pasase, que pasase rápido. Lo hizo, inexorablemente, y lo que rogué un domingo, enojado con él, pobre animalito viejo, terminó pasando, hace unos días nomás.
   Me enteré por mensaje. "Che, se llevaron al Tincho". Uh, bueno, ya era hora, pensé. Ese mismo día se había quedado encerrado en la cocina, al lado del horno. Había caminado desde el garage hasta ahí, seguramente esperando que alguien hubiera prendido alguna hornalla, o quisiera desayunar una tarta. Cuando fui al baño, pasé por ahí, lo vi, junto al líquido en el suelo; llego tarde. Hice como si nunca lo hubiera visto y me fui a la facultad. Igual, llegué tarde.
   "Quién te dijo?" "Carlos" Pasó un rato después de esos mensajes y llegó otro. "Se murió nomás". Entendí que Matías había ido a la cocina, y ahí Carlos le contó. Al día siguiente me levanté a las siete de la mañana y ahí estaba. No no, no su espíritu: Carlos. Me confirmó que "la casa está de luto". Yo pregunté con cara del recién-despertado-más-boludo-de-la-17: "¿Quién, el Tincho?"  "Sí, pobrecito. Ayer a la tarde lo sacrificamos".  Uh. 
   Parece que había estado boqueando y "estirando la pata" (ahora entiendo de dónde viene el término) toda la mañana después del incidente de la cocina y bue..no quedó otra.
   Se fue un perro querido, con quince años y medio de anécdotas contadas por su dueño. Que se iba al bosque y después volvía, que lo llevaron a Ensenada corriendo detrás de una moto y volvió solo, que se iba a donde estaba alguna perra en celo y se quedaba ahí por días, que varias veces mordió a los vecinos y otras qué-sé-yo-qué-sé-cuánto que lo enaltecían como un verdadero macho alfa. Algún día intentaré recopilar y escribir una biografía perruna en su honor. 
  Con sus cosas detestables y algunas que otras cosas loables que yo ignoro porque me tocó vivir su vejez más hinchapelotas, se fue el perro más querido de esta cuadra, por el que venía gente a tocar el timbre a la siesta cuando lo veían descuajeringado sobre la vereda, o por el que me preguntaban bien temprano a la mañana los padres de los chicos de la Escuela de la vuelta. Fue un perro famoso, dicen que valiente, "perrariego" y viril. Se fue rápido, después de todo, relativamente hablando.
   En fin, ya no tendré que preguntar novedades cuando hable por teléfono desde La Rioja con la gente de la pensión: ya no habrá nada nuevo que sea lo suficientemente importante.


Para Ellos y el Tincho, que conducen desde el cielo. RIP RIP, hurra!!


                                                                     A.V        8/7/11


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