viernes, 25 de marzo de 2011

Autobombo II (Audio)

Sigue siendo raro esto de las entrevistas. No quiero extenderme así que voy a lo más importante que es el gran agradecimiento a Omar Vega y Patricia Ortiz que me contactaron desde Radio Voces FM 87.7 para el magazine de los sábados "RadioeXpresión" que puede escucharse de 18 a 20 horas. La entrevista está grabada y saldrá al aire mañana.
En la lista de blogs amigos se encuentra la página del programa. Allí pueden descargarse otros podcasts de programas anteriores, notas editoriales y entrevistas.


P.D.: Muchas gracias a mis amigos y gente que conocí por amigos de amigos (cosas de las redes sociales) que me saludaron por la nota del Data. Ha sido un verano excelente y fue gracias a ustedes, que sé que son los que van a leer esto así que no es hablar al aire. Creo que puedo decir que me he reconciliado con mi origen. A menos de 24 horas de volver a la vida platense, me despido y pongo punto al último posteo riojano, hasta julio, esperemos.

                   A.V  25/03/11

miércoles, 23 de marzo de 2011

Autobombo

Es raro. Reconfortante-nerviosa-preocupante-sensibilizante...mente extraño que te entrevisten por primera vez. En ese orden y con los otros que se puedan hacer mezclando todos los estados de ánimo.


¿Sincericidio? Uno estudia para ser el que pregunta. Uno se afeita, a esta edad en la que importan esas estupideces de la "buena presencia" para que el entrevistado no se asuste o no te mire con mala cara cuando decís que sos un estudiante de periodismo. Pero -acá va el "sinceri"-, el sábado ese cuando me levanté para ir a Rayuela a charlar con Emilce Torres, periodista del DataRioja, me afeité para... salir bien en la foto. Ahí fue el "cidio".


Durante la entrevista me preocupé porque las palabras no me salían con la precisión de una hoja escrita, en la que se recurre a los sinónimos o a una puntuación más expresiva. 
Política, planes de estudio, currícula escolar. ¿Qué digo? ¿Hasta dónde? Ma' sí..."menos García Lorca y más Paoletti": mi abuelo me mata, no por Cacho sino por el español que tanto admira. Política en la UNLaR: yo no vi ningún cartel, ni paredes llenas de afiches de partidos; tampoco recorrí tanto, digamos, pero es notable la limpieza, jeje. Qué criticón. Políticas culturales: de parte del Estado, lamentable; Rayuela, aplaudible.


Y al volver a casa, los "no dije": qué importante es el papel de la Biblioteca, lo loable de la organización de concursos literarios, saludos a mis amigos, a todos los que me conocen, esas cosas que nunca saldrían publicadas pero que uno las dice y le dejan la conciencia tranquila más tarde.


En fin, nunca pensé cómo podría sentirse un entrevistado después de contestar. Ahora no sólo lo pensé sino que lo re-re-recontra pensé.


Muchas gracias a Emilce Torres, Paulina Carreño y Luis Lobos, gente del Data, por esta caricia al ego y paquete de sensaciones que uno no está tan acostumbrado a recibir de arriba.


Después de este pequeño texto cocinado para no mandar de una y como viene el autobombo, incluyo el link de la edición del jueves 23 de marzo de 2011 del semanario digital DataRioja en la que digo algunas tonteras, mis primeras boludeces públicas!!!!!!!



Gracias La Rioja amigable por estas inolvidables vacaciones,
                                                                              Álvaro

jueves, 10 de marzo de 2011

Tumbas

Llegó la muerte un día y arrasó con todo,
todo, todo, todo un vendaval,
y fue un fuerte vendaval.
Algo de vos, llega hasta mí
Tumbas de la gloria - Fito Paez
 


  -Y es en ese momento, Doctor, cuando quiero taparme los ojos, y los oídos, y no me alcanzan las manos para negar que todo se está cayendo.
   Empieza a medianoche, cuando me estoy preparando para ir a dormir. Me escondo bajo las sábanas, en el único lugar que todavía no se ha derrumbado. Las ollas se destapan, parece como si las rasparan con cubiertos y el chirrido despierta al perro, que empieza a llorar y su lomo se irrita, su cabeza, sus orejas comienzan a descarnarse. En la cocina, se mueven las sillas, se colocan solas una al lado de la otra, pero después se reorganizan, y las letras de la heladera se mueven, Doctor, se mueven y forman palabras que no puedo ni reproducir. El televisor se enciende y se escuchan risas, y hace zapping, siempre en inglés.
   La otra noche no puede quedarme en la cama. Esperé a que todo se calmara. El perro ya había muerto. Decidí bajar y esquivé el desastre caminando por el living. Busqué las llaves del auto, Doctor, y ardían. Eran una brasa al rojo vivo. Abrí la puerta y vi que el auto ya estaba listo, había dejado de incendiarse y era sólo plásticos inútiles. Y respiré, hondo, porque habían sido meses sin caminar, y tenía que llegar a algún lado. Quise abrir el portón pero también estaba contaminado.
    Sabía que las calles estaban apestadas. Sabía que había recorrido el mismo camino para ir al centro, lo sabía porque soy rutinario y el auto casi iba solo, siempre, exactamente por ahí.
Hice ese camino de todas formas porque no podía pensar, Doctor, ¿qué alternativa tenía? Primero corrí por la avenida, oscura, triste -no era noticia-, pero silenciosa. Las casas ya se habían derrumbado, una sobre otra, como al paso, a su paso, a nuestro paso, Doctor, a nuestro paso. ¿Semáforos? Disculpe Doctor que me ría de esta forma pero es que puedo escuchar las preguntas que me harían todos. Se lo advierto, ella.
   Pero de a poco me voy acostumbrando. Aquella noche fue la única. Después caminé y vi a medias que todo parecía tranquilo. La quietud es desesperante, y me frustra tanto, Doctor. Pensar que ya son semanas y sigo sintiéndome solo y tratando de negarlo. Es una lucha. Se lo advierto, ella. 
Cuando llegué al centro, las fuentes se habían desagotado, estaban las veredas sucias y rotas, la plaza destruida en diagonal. Me senté a esperar, como aquella vez -después le cuento-, quise escuchar las campanas de la catedral, esperé más de una hora, pero todo siguió en silencio. Caminé por donde creí nunca haber andado pero no pude esquivar la desolación, cuadra por cuadra, insoportable.
   Llegué cansado, pero llegué. La terminal también estaba vacía, pero un colectivo esperaba para arrancar. Vi la cara demacrada del chofer, le pregunté a dónde iba y me dijo subí. Viajamos por horas, en completa quietud.  Se lo advierto, ella. No había nadie. Él era uno más de esos entes que veía cada tanto deambulando por la calle, más perdidos que yo, salvados no sé por qué. Y juro que intenté hablarles,a él y a los otros, si lo sabré yo, pero no se puede.
    Miré la ruta, y me tranquilicé. Las montañas se iban; cada vez estaba más lejos la negrura de las nubes que amenazaban con llover y jamás se atrevieron. A veces pienso, Doctor, qué habrá sido lo que me llevó a estar con ella. Por qué elegimos siempre el mismo camino, las mismas calles. Por qué nuestro encuentro esa noche. Y los días siguientes. Por qué la entrega, por qué la catástrofe. Todo muerto a nuestro paso, sin lugar a dónde ir. No puedo negarlo, lo supe al ver su espalda cuando se despidió.
   Las demás butacas del colectivo estaban limpias, menos una. La ruta estaba bien. Pero íbamos solos. Lo sabía, conocía perfectamente esa soledad. Se lo advierto, ella. De repente, algo empezó a fallar, dimos a un cruce de caminos. Llegamos a esta estación a cargar combustible, según murmuró el chofer. Y me dejó. Y el aire fétido invadió el llano. Pero no fue esa brisa la que abrió esta puerta, ni puso esta silla frente a la suya. Aquí me tiene, Doctor. Se lo advierto, ella. Sólo estamos usted y yo. Quiero suspirar pero me trago el aire porque ya no soporto nada más. Se lo advierto, ella. Y no lo miro así porque quiera saberlo. Se lo advierto, ella. No necesito que diga nada. Ya lo he comprobado, lo sé. Ese día, cuando ella se fue, pasó por aquí.


                                                                               A.V                     10/03/11





No existieron

Ni relojes, ni plazas, ni campanas, 
ni lluvia de repente, ni un parabrisas empañado.
No existieron las noches, ni las montañas, 
ni las nubes negras.
Ni canciones que te hablen. O a mí.
No existieron las letras, ni las historias, ni los idiomas.
No existió resignificación alguna
ni dueños compartidos de nada.
No hubo nos
No hubo papeles, ni tinta.
Ni platos, ni cubiertos, ni siquiera hubo hambre.
No existieron, no existimos.
Nadie soñó -ni aun despierto-.




No fue nada.
Y se fue yendo, a oscuras, 
con la memoria a cuestas.




No hubo verano.
Ni estruendo. 
No existió el mundo.
No se derrumbó esta noche.




                                                                      A.V                 Verano 2011.

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