No le tengo miedo a la hoja en blanco. De hecho, se cortó la luz y esta hoja en Word es lo único que me deja ver algo. Te confieso que en verdad le tengo más temor a la hoja escrita sin pensar, como ésta. Una hoja impresa en letras chicas y márgenes angostos para que quepa todo y no parezca tanto.
Me dan terror los párrafos cargados. La frase corta y el punto, para que se lea fácil, de un tirón. Y que no haya que repasar porque me da vergüenza que lo leas otra vez. Que subrayes todo mentalmente con rabia o enojo, o con la simple decepción de ver que con cada palabra se va derrumbando algo, que hace ruido y que se rompe. Que se quiebra desparramando todo en pedacitos como cuando se cae una botella de perfume, uno hediondo, que deja impregnado el olor en cada vértice por mucho tiempo.
Le tengo pánico a mis escritos melosos, empalagosos como un lemon pie con dulce de leche. Me paraliza la sensación que queda después de haber escrito lo más difícil. El corazón, que mientras voy tecleando, hace casi como si se detuviera; ritmo lento, pausado, casi agónico, hasta que aprieto el enter del punto aparte y vuelve a latir desaforado, desesperado. Y corro a la cocina a buscar líquido a la heladera. Me gustaría que hubiera cerveza, pero hay vino y ya no me gusta; hay tequila del otro día pero me dan arcadas de memoria así que saco una botella y tomo. Tomo llenándome la boca de agua. Aunque me cueste tragar sigo bebiendo, de a sorbos imposibles porque tengo miedo, porque estoy cagado hasta las patas, así, hasta las patas.
Vuelvo a la computadora y cuando voy llegando siento el olor repugnante del que te hablaba y estoy seguro de que va a durar días. Es un asco, como a quemado y a otra cosa. Pero yo no me voy a quedar acá soportándolo, no. No puedo. Esto no es lo que yo planeaba, te lo puedo jurar.
Y no sé si rezar, si tirarme al suelo y rezar, o seguir escribiéndote porque los dedos me tiemblan y no sé si rezar o salir al balcón y fumarme un porro; pero no sé, porque me lo tragaría de la desesperación. Podría ir a bañarme y dejar que corra el agua, y de paso pensar cómo decirte esto que me está deshaciendo el estómago. Me duele la panza, y la garganta se me desgarra y eso que no lloré porque nunca pude llorar. Tengo los ojos secos pero que ya se me salen, los párpados resquebrajándose. No sé cómo chota estoy así, qué pasó en el medio, entre nosotros. Decime vos qué nos pasó.
Justo ahora el teléfono suena y no veo un carajo. No sé quién mierda puede llamar a esta hora si es tan tarde. ¡Quién! si no tengo a nadie. Si sólo vos pasás a verme y me traés comida porque todos dicen que no estoy bien. Y estoy seguro que vos sabés que no estoy bien, pero te gusta, te gusta el morbo hija de puta. Y a veces veo que cuando te hablo te reís, que no te podés contener. Seguro te vas y empezás a hablar de mí, burlándote, en lo de tus amigas y todas juntas se cagan de risa.
Pero no creo, porque al toque te llamo, extrañándote y estás en tu casa, tranquila, por bañarte y dormir, porque tenés que estudiar. Pero el teléfono sigue sonando y tengo ganas de arrancarlo de una vez, pegarle una patada y que se caiga y que se haga pelota, que no suene más, que no hinche las bolas NUNCA más. Pero me da miedo porque seguro alguien sabe. Seguro alguien nos vio y estamos hasta las manos, bah, yo. Por eso llaman.
No sé. NO sé. Te digo que te amo. Te amo mucho sí, y te necesito, así que de verdad, de verdad espero que me perdones. Y que te salves porque yo nunca quise hacerte daño. Es que me enojé porque te querías ir, entendeme. Pero yo te quiero y no quiero que te vayas. Y ahora, vos, sólo vos podrías calmarme. Me dirías qué hacer ahora, porque sos una chica buena, una mina tranquila que se toma todo con paciencia, siempre tan racional, tan ubicada. Pero no podés. Y otra vez la taquicardia. Y me explota la garganta.
Voy y vuelvo, te miro. Escribo porque a vos te gustan mis poemas, me lo dijiste. Pero no puedo verte así. No sé qué hacer. No sé si escribirte PERDÓN mil veces. Copiar y pegar. O mejor escribirlo todo yo para que veas que de verdad quiero que me disculpes porque no quise pegarte. No pensé que iba a ser tan duro el jarrón de mierda, el de los fasos. Pero seguro me vas a entender, que no quise tirártelo porque nunca querría herirte. Y ahora sangrás y te voy curando con algodón, pero no tengo alcohol así que busco el tequila ese. Pero no puedo. Estás muy mal. Y te pido perdón. Es que no quería que te fueras. Y cuando te vi ahí con sangre en la cabeza y seguías gritando que te deje que te deje pero yo no te quiero dejar y estaba justo eso mojado ahí por las goteras del techo y afuera llovía y no te iba a dejar, que te fueras caminando, sola, sola bajo la lluvia. Y justo el enchufe.
Y no sé qué hacer, si sentarme al lado tuyo y esperar a que me pase lo mismo, morirme por una puta chispa, porque no te escucho nada el corazón y estás quemada. Y me quiero morir pero no sé si rezar porque tal vez haya sido el destino. Pero no puedo respirar porque se prendió fuego algo, la cortina creo, y no quiero volver, quiero guardar esto para que lo imprimas después, porque yo no quiero que te mueras. Quiero que lo leas y que lo entiendas, que me perdones, y que me extrañes. Quiero que me extrañes mucho.
Gracias por subir. Subir hasta cuando se rompía el ascensor, o como ahora que no hay luz, y subías por las escaleras los ocho pisos, con una hamburguesa del Mc Donalds de la vuelta, y llegabas agitada porque querías que comiera caliente.
Gracias por subir. Subir hasta cuando se rompía el ascensor, o como ahora que no hay luz, y subías por las escaleras los ocho pisos, con una hamburguesa del Mc Donalds de la vuelta, y llegabas agitada porque querías que comiera caliente.
Ahora pongo Guardar, y rezo, esto se quema y el humo llega hasta acá. Y hay fuego. Mejor tirarme. Haceme un favor enorme, por favor. Extrañame. Perdoname, en serio, perdoname. Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te a
A.V 27/02/11