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Distancia, peligro, confianza, pérdidas, escuchas, chateadas, celos, el olor a shampoo, la mirada centrada pero no bizca. (No sé si hacía calor, estaba húmedo o corría viento. Marrones, medio verdes, ¿ah?)
La botella, el vuelto, los vasos, la mesa. El chamuyo, desinteresado, rebelde mentiroso, paranoico gracioso o sólo hablemos de vos. El último. Sonreís con la frente entristecida y decís sed con labios húmedos.
La tapa a rosca, el gas, el latido enervado. El vaso inclinado. Servir y que no derrame, -su mano-.
Marrones, medio verdes.
Las medidas de la mesa y las de mi brazo, mi cuello. Y el suyo.
Sí, digo. Su oreja.
El Garrahan, dice. Sí, sí, contesto; sus dientes. Dame, pide; las líneas de su mano, su brazo, su escote, la mesa, la tapita. -Esperá-, me alarmo como si supiera, como si todo estuviera sentenciado.
"SEGUÍ SOÑANDO", tipografía nauseabundamente insulsa, en negro, encerrada en el diámetro perverso de una tapa de coca-cola.
La rabia, su nombre, el de ella, su nariz y la arruga imperceptible, el botón desabrochado de su camisa. La puerta de vidrio.
En cuánto tiempo y cómo cae al soltarla. La fuerza, la patada. O aplastarla contra el asfalto. O romperla de mil formas. O abrir los ojos y ver el techo, sentir la almohada y levantarse. La última.
A.V 09/12/11
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