Si es cierto que las disculpas han de caducar, que sean rematados y vueltos a rematar todos los cariños embargados por terrores del nosaber. Que sean ejecutados cual herencia con plena correspondencia a la mujer que me hace tan feliz, día por día.
Decrétese mi admiración al universo por permitir que en un planeta como este prestado en el que vivo haya nacido tan en julio alguien tan octúbrera.
Márquese a fuego sobre el hierro este sentimiento en el que cada recuerdo cae como gota pesada y se evapora hacia los cielos que mis ojos no fueron, quizás como ella hubo querido. Pero es así. Y aunque existan dolores que se machucan en el cómo pude, también existe el manto, su manto, que calma y ora en sueños.
Mastíquese aquí la culpa. Escúpase con cuidado, a un lado, para que ella no lo note, no se merece un acto tan soez. Enjuáguese la boca, y los ojos, sea fuerte. Fuerte como para abrir los brazos, y separar el cuerpo, y descubrir el alma, arrodillarse y entregarla. No es un cuento de príncipes y reinas. Es apenas la prueba de la existencia de los milagros, condensada en estaciones, en esquinas y en ventanas titilantes. (Quizás tomado prestado eternamente) Es tan sólo la prueba de la existencia de Dios.
Te amo.
El que sonríe cuando te ve. 19/03/13
La uruguaya - novela
Hace 8 años
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