La estrategia es simple. Resistir.
Aguantar el impulso, recordar el presente, apuntar con firmeza y disparar. Carga y descarga.
Uno por uno, a cada uno de esos futuros inventados e imposibles.
Sentir el suelo, cuerpo a tierra.
Si la nostalgia avanza, saltar. Si las imágenes contratacan, hacer nuevas. De lo que sea. Cielos, rostros, perros, iglesias. Llenar el aire. Pensar caminos. Invitar momentos.
Si se pierde, hacer el sentido homenaje al recuerdo. Fue amor.
Si caemos, si la melancolía tomó el día, dormir y dar de nuevo. Decidir. Un paso a la vez. Día a día. Hasta que duela menos.
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