domingo, 9 de enero de 2011

Escritor

Eran las nueve y todavía no había anochecido. Caminó hasta la plaza y se sentó en un banquito. Sacó su cuaderno, destapó su lapicera y escribió: Suelta la mano de su madre; corre; le duelen las costillas de su lado derecho, luego sus órganos se desgarran. Su sangre lo deja, tirado, en la calle.
Dios puso punto. Y un niño, al otro lado del mundo, murió atropellado, mientras amanecía.


                             A.V       09/01/11   21.02


Rincón de los poetas. San Martín de los Andes

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