lunes, 3 de enero de 2011

Me enferma

No me cae para nada bien esa gente que uno sabe, pero lo sabe con firmeza ¿eh?, que es mala. Cruel. Gente rencorosa, envidiosa, chimentera, que, sentados tras un lomito y una coca, abren la boca para devorar carne y personas, alternándolas con alguna que otra papa frita.
No me gustan los habladores. Los juzgadores. Los que disponen de las vidas ajenas, de sus bienes y de sus estados de ánimo. Los que se burlan de los que ellos llaman amigos. Los que a esos “amigos” abrazan cada vez que los ven, que les gritan desde la otra cuadra, haciéndose los emocionados por verlos otra vez.
Me da rabia que se hagan tener lástima. Que lloren sabiendo que lo hacen para dar pena. Que hagan de alguna ínfima parte miserable de sus vidas un libro, y que hagan del imbécil que escucha (convencido de que lo dicen de verdad) un pañuelo, en el que primero limpian sus lágrimas y después…bue…después otra cosa.
Me da pavor tener la certeza de que la demagogia que empezó en la niñez esa gente, ¿en quinto grado será? aquí se transformará con el tiempo en campaña política. Y después en votos, y después en algún sobresueldo, alguna cuña, algún engranaje en la rueda de la tradición.
Me pincha y escarba el único rincón de fe religiosa que tengo cuando veo que la cruz de madera que llevan de colgante se queda impávida ante la canilla abierta de agua sucia que sale de las bocas de esa gente. Y, cuando llego a casa, después de verlos, difamando, mintiendo a los gritos, ensuciando a los que les hicieron de taxi, les prestaron las carpetas en la escuela, los escucharon, se callaron por educación, no sé si me siento mejor conmigo mismo o más enfermo.
Una vez, me ofrecieron cenar con ellos. Repasé los síntomas que me invaden al pensar en sus actitudes. ¿Será somático? Pensé en rechazar la invitación. Aducir que tenía diarrea me pareció creíble; nadie se excusa tan abiertamente, pero me pareció la enfermedad más justa. Colérica. Poética como se lo merecen.
Pero después me pareció demasiado. Me bañé. Me perfumé. Llegué y sonreí. Escuché otra vez el tierno saludo. Alguna que otra lastimosa realidad y luego, ahí sí, infaltables, las críticas, las envidias encubiertas, el puto este, el puto tal, los desprecios, lo que dijo el Padre anoche, Gran Hermano, y la que dicen anda con varios. Quizás soy como ellos y esté haciendo exactamente lo mismo, ojalá sea sólo un observador, el que no habla. El mudo. El pelotudo que no habla, dirán cuando voy a lavarme las manos. Quizás sirva para un libro, pensaba yo. Ojalá sea sólo un ejercicio sociológico.


                                                                                         A.V

1 buenondones expresivos:

flor gago dijo...

Guau! solamente digo eso ...
Estoy muy muy de acuerdo con vos, aveces intentamos tragar cosas que son incomibles, simplemente para no crear incomodidades ni conflictos. Pero lamentablemente hay personas que tienen todo menos tacto ni disposicion para hacer que un momento, que desde un princio aparenta ser una mierda, se transforme en comodo y divertido.
Va en cada uno ¬¬

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