martes, 1 de noviembre de 2011

Eso que fue lo más feliz de la infancia

 Entré al Coro de Niños un día muy caliente. Pasé a la sala, había una silla negra, un teclado y estaba Viviana. Me pidió que cantara. Ridículamente había empezado cantando un bolero, siempre famoso, y más por esos días hecho pop espanglishado.
    No sé si Vivi dijo "ajam" o se sonrió, o algo. No sé nada, sólo que hacía mucho calor y transpiraba la remera con la espalda pegada a la silla. Mi papá me esperaba en la sombra frente a la Plaza 9 de Julio y cuando volví al auto, subí contento pero nunca pensé que había entrado en el más feliz de los futuros.
   El Coro de Niños Cantores de La Rioja es eso: felicidad. Orgullo. Trabajo, ensayo, mucho ensayo. Es alegría y son amigos, todos. 
   El coro es, para mí al menos, esa casa frente a la Plaza y su ventana y alféizar, sus escalones, la sala de ensayo y la barra de ballet. Es el reloj esperando el recreo largo. Son las piezas vecinas que había que tratar con cuidado y que daban al patio. Es Huguito Casas saludando sentado en la ventana porque siempre llegaba primero que todos; es después, el helado con Lu Chirino a las tres y media escapando de la mirada del Director.
   Y es eso, desde ahí. Su gente. Andrés, su cariño, su trabajo, sus chistes, sus discursos a las 6, los retos, las reflexiones, las sorpresas. Es Andrés contando que íbamos a cantar en el Teatro Colón y sus dedos explicándonos que era uno de los cinco mejores teatros del mundo. Que ahí íbamos a cantar y que teníamos que trabajar mucho. Muchísimo.
   Es Viviana haciendo de nosotros pequeños cantantes, vocalizando todos los días. Es ella dirigiéndonos en el Aleluya de Haendel, y enseñándonos inglés con los Negro Spirituals una y otra vez. Es Vivi arreándonos después del Recreo. Es su recibimiento alegre en el Coro de Jóvenes.
   Es también Mariela, Alfredo y Miguel. Músicos que tenían que aguantarnos y terminaron siendo grandes amigos nuestros. Como esa vez, perdidos en Logroño con la pianista del Ave Verum y llegando tardísimo al colectivo que nos esperaba. Alfredo con su cariño enorme y guitarra dispuesta. Y Miguel con su paciencia. 
   Somos nosotros, los de mucho antes, los de ahora y los que vendrán. Yo me acuerdo de Las Fonderas, ese grupo dorado de voces enormes que ayudaban cada vez que podían, aunque ya hubieran dejado el Coro. O las Crazys, dueñas de los escalones. O nuestro Chaffven -¿así era no?- y otros grupos. Somos, en algunos casos, esos mejores amigos que no conocimos en otro lado, a pesar de estar ahora lejos o vernos poco.
   Son nuestros padres y las reuniones. Son su cariño, su trabajo incansable por conseguir cosas para los viajes, son las rifas, las peñas, las llevadas y traídas. Es la "tía Mary" porque creo que se merece un apartado especial, porque no hubo mujer creo yo, en la historia de este Coro, que haya llorado tanto y tan sinceramente con cada concierto, que haya cuidado de cada uno de nosotros, que se haya llevado en cada viaje la confianza ciega de nuestros padres, que nos cosiera los descuidos, que nos ayudara con la ropa, que pusiera alma y cuerpo en cada abrazo.
  Chilecito, Mendoza, Buenos Aires, Chile, España, Brasil. Eso también es el Coro. Es la inolvidable escena de la gente abriendo las ventanas cuando íbamos cantando por las calles, divididos en grupos y volvíamos a juntarnos, eran los dueños de los negocios acercándose curiosos a las puertas de sus locales. Son las plazas. Son los colectivos y sus primeros besos, y los viajes cantados -bajito de ida y a los gritos de vuelta-. Es el repaso del Amén con la Sofi Ottonello viajando a Buenos Aires. Es el avión despegando de Córdoba y varios gritos ahogados de emoción. Es cantar un 25 de Mayo el Himno, corriendo para no perder el vuelo en Madrid.
   Es "poneme bien la faja" y salir apurado a cantar. Son las alpargatas. Fue la camisa blanca, el chaleco naranja y verde, después beige, las bombachas de gaucho, primero el buzo blanco con estampado azul, después el azul con logo blanco, ahora el rojo. 
   Es la música cantada con esa mezcla lograda sólo por este Coro, de alegría, nervios y atención fiel a Andrés. La búsqueda de que todo salga perfecto.
   Es el Vals a Mi Rioja y su intro de piano; el Ave Maria de Camilo que sonó tan bien en esa Iglesia antiquísima de Yuso; el por siempre emocionante Stabat Mater; el Joshua; la clásica Calesita y el bueeeeeeno que se renueva; Caminito; y tantas otras canciones que los integrantes vamos recordando por la vida cuando suena un acorde nostálgico y decimos: eso lo canté con el Coro.

   A veces son las ausencias. Y un dolor tremendo.

   Es familia, ahora algunos Niños Cantores son padres y madres, seguramente con hijos Niños Cantores. Y así seguirá siendo, porque, como no me canso de explicar, no hay cosa más bella en este mundo que ser parte de un Coro de Niños, y mucho más del nuestro.
   En fin, hay mucha gente a quien nombrar, a quien agradecer. A todos aquellos que nos ayudaron a ser felices cantando, al público, a los otros coreutas, muchas veces más grandes, que nos miraban corretear antes de vocalizar en la actuaciones, a los otros Niños Cantores que conocimos en estos años y nos hicimos amigos, a los Profes. A Andrés y a Viviana por tanto, tanto, tanto. A los que fuimos y vinimos. A los que están y que vendrán.
   Disculpen los recuerdos un poco viejos y al mismo tiempo tan jóvenes para los que estuvieron desde el principio. Hace seis años que no me pongo el uniforme, pero del Coro de Niños Cantores de La Rioja, no se deja de ser nunca. Se me fue el "Gospel Train" un poco lejos, pero me hubiera encantado festejar con todos ustedes.

Muy feliz cumpleaños Coro nuestro, salud y por muchos años más.  

                                                           Con tono de Calesita, bueeeeeeeeeeeno.




                                                                                                                Álvaro
                                                                                                 Niño Cantor desde 2001







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