Pensó que la tenía enfrente, sentada ahí, en una especie de diván. Recostados su cuerpo, su pelo húmedo, y sobre ellos la culpa.
Percibió la peligrosa carga de una oscuridad incipiente, que hería sus pasos por la sala. Con su dedo, recorrió los muebles, caminó en círculos sobre el parqué obsesivamente cuidado. Sintió el deseo de bailar. Sonaba una melodía de jazz improvisado, lenta, suave, grave. Voz de mujer sobre un micrófono oxidado. Y un piano de fondo, como despertando.
La miraba y no decían nada. Ninguno de los dos. Y la culpa seguía flotando, como una bruma sobre las calles, como una niebla que perfora las paredes, las puertas y las ventanas, para colarse entre las sábanas de uno.
Soñó con su dubitativo hablar, confesando el día, la mañana, el recuerdo y la melancolía cargosa, molesta. La tristeza de una frase, un suspiro, una pregunta y una respuesta en un solo mensaje. La hizo hablar porque él quiso. La obligó a quebrarse en una verdad a
mil. quinientos. kilómetros. de ahí.
tan lejos de
de.......................................................................
.......................la.........................................................................................
realidad..........................................................
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