-¿Y? ¿Ya fue?-gesticuló mi amigo. Alcancé a entenderlo, sin escucharlo del todo, mientras la moza dejaba la carta con un golpe, apurada para atender a los demás.
-No. Nada. Todavía.-frases cortas, así nos entendemos.
Manos sobre la mesa. Mirada en la vereda, más allá del vidrio.
-Un jugo de naranja yo.-pedí cuando volvió la chica- ¿Vos?
-Infantil lo tuyo ¿eh?-rió él-Yo nada, gracias.
Dedo con otro, jugando con la servilleta. Recuerdo mucho más lejos: la diagonal, la autopista, la ruta oscura y más.
-No me gusta el café. No me gusta la amargura innecesaria.
-Claro, seguro-le brillaron los ojos.
-¿A vos te gusta el café?-le pregunté a la moza cuando volvió con mi jugo, ella se sorprendió. Traté de parecer serio- Sí, el café.
-El de acá es muy bueno.
-Pero a vos, ¿te gusta el café?
-No, la verdad no -dudó un segundo-. Pero el de acá es muy bueno.
-Listo, muchas gracias.-y giré hacia mi amigo- ¿Ves? No nos gusta el café.
-Ahora te gustó la moza.
-No. Todavía... nada.
La vibración del motor, la palanca de cambios, el sol que no se anima, la gente tranquila. Suena el cd de Confluencia, Carinhoso. ¿Será sábado? ¿Miércoles a la mañana? ¿Llueve? Llovizna.
-Te das cuenta de que te hace mal, que no dormís bien, que soñás cualquier cosa. Dejá que se vaya de una vez. Volvé en el tiempo. No da para más.
-Ajá.
La vereda, no. Muy lejos. Marcha atrás. Ahí, sí. Adelante. Bien. Ya fue. Apago el motor. Me bajo. Suspiro. Timbre.
-¿Hace falta?
- Creo que a mí sí. El tiempo..
-Nada, no hace nada. Dejate ir. No mientas. No te mientas- contundente, como el gol de zurda que se repetía por la tele.
-¿Y si extraño?
-¿No lo hacés ya?
-Mucho.
Pasos tras la puerta. Sonrisa contenida, sonrisa obligada. Mirada encontrada, pulso febril. Palabra que sale, libros que se callan.Saludo que se escucha, despedidas apresuradas. Otra vez, como un disparo a quemarropa. La sangre fría.
-Vos sabés qué es lo mejor.
-Despertar.
-Y pagar la cuenta.
La miro a los ojos.
-¿Cuánto es? ¿10? Acá.-dejé un billete.
Y una carta sobre una servilleta de papel.
Y una excusa, para mí.
Otra vez. Los perdones, entre la vereda, el ventanal y la mesa.
La sueño. Ni barullos, susurros o alarmas.
Y abro los ojos. Solo. Una vez. Más. Allá.
A.V 29/06/10
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